Independientemente
de la escuela, la evolución social siempre se ha estudiado como la evolución de
una comunidad de hombres, y no de dos sexos distintos. Ellos eran los que
actuaban públicamente, por lo que trasladaban su experiencia al conjunto de la
sociedad; en lo que no participaban no tenía valor, era infravalorado.
Un ejemplo de ello: (Grecia, Sófocles) el espacio
masculino hacía referencia a: agricultura, caza, navegación, comunicación verbal,
creación de leyes y gobierno, mientras que el femenino: preparación de
alimentos, cestería, confección de vestidos, mundo doméstico. Como cualidades
masculinas eran: cultura, control y predominio cerebral y las femeninas:
instinto, amor (sentimentalismo), lazos familiares, emoción. Siempre hay
infractores de estas normas.
Para
el estudio de las mujeres a lo largo de la historia se emplean documentos
materiales y escritos; las fuentes no suelen hablar sobre las mujeres, pero los
historiadores modernos no han tenido interés en tratar de verlas desde otras
perspectivas. Sí aparecen las mujeres que responden a tópicos, como reinas o
santas, pero son excluidas del discurso histórico. El interés por la historia
de la mujer surge a finales del siglo XIX (interés social), finales del XX
(movimientos feministas).
La
afirmación de que “la posición en la sociedad está marcada por el hecho
biológico” no es válida históricamente hablando. Es mejor usar el término
“género” porque se eliminan los hechos biológicos. El género es la categoría
social que se impone en un cuerpo sexual.
Hombre
y mujer no son atributos biológicos, sino una construcción cultural. Con género
tenemos la diferencia entre masculino (lo público, lo exterior) y femenino (lo
interior, lo privado, los sentimientos como el amor o el sufrimiento). Esto se
ve en todas las culturas, y las tareas de los hombres tienen mayor
significación que las de las mujeres. El concepto que mejor define las
situaciones dadas durante la historia es el de “subordinación al poder del
hombre”, es un concepto más neutral y general, adaptable a todas las épocas.
Un ejemplo de ello es:
En Grecia y Esparta, lo masculino era sinónimo de defensa de la ciudad,
y lo femenino de reproducir guerreros.
En Atenas, el ajuar es diferente, suelen ser objetos de la vida
cotidiana. En las tumbas de las mujeres tienen objetos relacionados con la
cocina, el tejido o joyas en el caso de mujeres poderosas. En los hombres lo
habitual son armas, copas para beber.
En todos los ámbitos de la vida (literatura,
ritos funerarios, pinturas, escultura…) se ha mostrado esta desigualdad de
roles y la importancia que se le atribuye a cada uno de ellos. Está muy
presente la mentalidad del patriarcado. Éste es el sistema que dirige las relaciones de género, sistema
legal en el que el cabeza de familia (miembro masculino de mayor edad) tenía
poder absoluto sobre toda la familia. Se habla plenamente de este sistema
cuando institucionalizamos el dominio masculino sobre las mujeres de una
comunidad. Esto no significa que las mujeres no tengan ningún poder ni
derecho. Pueden tener reconocidos derechos e influencias porque el patriarcado
no existe como una realidad absoluta, hay derechos y deberes recíprocos. Se
conoce el patriarcado bajo la figura del paternalismo; el padre de familia
proporciona protección y economía a cambio de subordinación (trabajo doméstico
y servicios sexuales fundamentalmente). Son sistemas justificados por una
ideología de sexismo (supremacía masculina). Así en todas las sociedades en las
que el patriarcado ha sido abolido, permanece el sexismo.